lunes, 9 de abril de 2012

Trastorno del espectro autista






PSIQUIATRÍA

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2/abr/2012

Trastorno del espectro autista


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TRASTORNOS DEL ESPECTRO AUTISTA
UNA PUBLICACIÓN QUE RESPONDE A LAS "PREGUNTAS MÁS FRECUENTES" PLANTEADAS EN EL AUTISMO
GRUPO DE ESTUDIO DE TRASTORNOS DEL ESPECTRO AUTISTA
INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN DE ENFERMEDADES RARAS- INSTITUTO DE SALUD CARLOS III
(EDICIÓN NOVIEMBRE 2004)

FUENTE:  http://www.psiquiatria.com 

1. ¿Es lo mismo hablar de autismo, de trastornos generalizados del desarrollo o de trastornos del espectro autista?  

RESUMEN
A fin de evitar la confusión generada por el uso sinónimo de términos que en realidad no lo son, es preciso
clarificar, a riesgo de resultar redundantes, estos conceptos, y aclarar las normas de uso seguidas en la
elaboración de esta sección de preguntas más frecuentes. 
El término “autismo” se emplea generalmente, tanto en medios de comunicación como en entornos
profesionales o asociativos, para definir sintéticamente a todos los trastornos incluidos en la actualidad bajo
la denominación de “Trastornos Generalizados del Desarrollo”. De hecho no es un término que ya
aparezca, como tal, aisladamente, en las clasificaciones internacionales. Hay también personas que utilizan
el término autismo de una manera opuesta, es decir, restrictiva, para describir exclusivamente el trastorno
autista contenido en los manuales clasificatorios, e incluso, únicamente al trastorno identificado
originalmente en 1943 – llamándolo entonces “autismo de Kanner”.
La clasificación psiquiátrica de mayor proyección internacional: el DSM de la Asociación Psiquiátrica
Norteamericana habla de “Trastornos Generalizados del Desarrollo-TGD” (que incluyen el trastorno autista,
el trastorno de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil, el trastorno generalizado del desarrollo no
especificado - TGD NE, y el trastorno de Rett); y la clasificación CIE, de la Organización Mundial de la
Salud, utiliza también el término “Trastornos Generalizados del Desarrollo”, aunque luego su listado no sea
idéntico al utilizado en el sistema DSM. Cabe señalar que esta denominación no es, en realidad,
estrictamente correcta, ya que el desarrollo no está afectado de manera “generalizada” en estas personas.
Por último, se viene utilizando en la actualidad el término “Trastornos del Espectro Autista – TEA”, y  así lo
ha hecho en su propia denominación el Grupo de Estudio responsable de este sitio WEB. La experiencia
acumulada en los últimos años ha mostrado que existe una gran variabilidad en la expresión de estos
trastornos. El cuadro clínico no es uniforme, ni absolutamente demarcado, y su presentación oscila en un
espectro de mayor a menor afectación; varía con el tiempo, y se ve influido por factores como el grado de
capacidad intelectual asociada o el acceso a apoyos especializados. El concepto de TEA trata de hacer
justicia a esta diversidad, reflejando la realidad clínica y social que afrontamos. No es sin embargo un
término compartido universalmente, e incluye a los mismos trastornos integrados en los TGD, a excepción
del Trastorno de Rett, que se entiende como una realidad diferente al universo del autismo. 
La utilización de todos esos términos han ido variando con el tiempo; siendo probable que se modifiquen en
el futuro. En todo caso, su  existencia refleja, aunque confunda, el creciente conocimiento en este campo. El
término TEA facilita la comprensión de la realidad social de estos trastornos e impulsa el establecimiento de
apoyos para las personas afectadas y sus familias. No obstante, para la investigación es imprescindible la
utilización de clasificaciones internacionales, la delimitación de los  subgrupos específicos y la cuidadosa
descripción de sus características. 
En esta sección de preguntas frecuentes, básicamente orientada hacia la divulgación entre
colectivos no especializados, se utilizará, por economía del lenguaje, el término “autismo” para
incluir todos los TGD descritos en los manuales clasificatorios o los TEA en su nueva designación.
Únicamente, cuando los datos aportados se refieran específicamente a alguno de los trastornos en
cuestión, se designará el trastorno citado.   2
A fin de simplificar  la redacción de esta documentación, se ha utilizado el término genérico de personas o
el masculino para referirse tanto a las niñas como a los niños con autismo. Aún considerando la necesidad
de un lenguaje que no discrimine por razón de género, esta opción se fundamenta en la mayor prevalencia
de los trastornos entre los varones.


2. ¿COMO SE DIAGNOSTICA EL AUTISMO?

El autismo es un trastorno del desarrollo infantil. Esto es, se trata de un trastorno que se manifiesta en los
primeros tres años de la vida y que se caracteriza porque no aparecen – o lo hacen de modo claramente
desviado de lo esperable - algunos aspectos normales  del desarrollo: las competencias habituales para
relacionarse, comunicarse y jugar o comportarse como los demás.
El diagnóstico se establece cuando se observan los síntomas característicos. No hay un test o prueba
médica que diga si una persona tiene o no autismo. El diagnóstico se hace observando la conducta de la
persona, conociendo su historia del desarrollo y aplicando una batería de pruebas médicas y psicológicas
para detectar la presencia de los signos y síntomas del autismo. A pesar de que el juicio clínico se basa en
la observación del niño, los actuales criterios internacionales utilizados tienen la fiabilidad suficiente para
asegurar, en mayor medida que en otros trastornos psiquiátricos infantiles, la validez del diagnóstico.
También, contamos ahora con sistemas estructurados de obtención de información, como la entrevista ADIR y sistemas estructurados de observación como el ADOS-G, que confieren todavía una mayor fiabilidad a
la clasificación diagnóstica.
Aunque obviamente se persigue hacer el diagnóstico lo antes posible, esto no es óbice para que pueda
hacerse más tardíamente, como en adultos que no han sido previamente diagnosticados;  en casos
especialmente complejos, en los que se debe esperar a valorar su evolución; o en el trastorno de Asperger
que se suele manifestar más claramente al inicio de la edad escolar.


3. ¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES DEL AUTISMO EN NIÑOS PEQUEÑOS

No todos los niños presentan todos los síntomas descritos como clásicos y ninguno de ellos es
patognomónico o decisivo. Consecuentemente, la ausencia de cualquiera de ellos no es excluyente del
diagnóstico de autismo. Aunque algunos estudios e informes familiares señalan anomalías observables en
los primeros 12 – 18 meses de vida, es actualmente a partir de los 24 meses cuando se aprecian, con
mayor intensidad, los síntomas característicos. El  desarrollo del lenguaje, en los primeros años de vida,
presenta un retraso significativo o características peculiares en una mayoría de personas con TEA.
En niños de alrededor de dos años de edad, los síntomas más frecuentes son: la ausencia de una mirada
normal a los ojos; el no compartir interés o placer con los otros; la falta de respuesta al ser llamado por su
nombre; el no “llevar y mostrar” cosas a los demás, y el no señalar con el dedo índice.



4. ¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS CARACTERÍSTICOS DEL AUTISMO?

a) Alteraciones cualitativas en la interacción social 
Las alteraciones sociales son el principal síntoma del autismo. Estas personas encuentran difícil
ajustar su comportamiento al de los demás, ya que no entienden muy bien las convenciones y
normas sociales. Suelen tener problemas para compartir el mundo emocional, el pensamiento y los
intereses. 
No les resulta sencillo apreciar las intenciones de los demás, desarrollar juegos y hacer amigos. En
consecuencia, el mundo social no les resulta fácil y en muchas ocasiones no les interesa,
mostrando aislamiento. Estas limitaciones sociales son especialmente marcadas en la infancia,
atenuándose un poco a lo largo de la vida; ya que su interés social va aumentando
espontáneamente y ello favorece el aprendizaje de nuevas competencias. 3
b) Alteraciones cualitativas de la comunicación 
Los primeros estudios realizados en el autismo identificaban que un 50% de los personas afectadas
no desarrollaban lenguaje hablado funcional a lo largo de su vida (si tenemos en cuenta el actual
concepto de TGD o TEA, este porcentaje disminuye sensiblemente). Existen otros casos, que
empiezan a hablar y que luego pierden su lenguaje. 
Frecuentemente, aquellos que desarrollan el habla lo hacen con ciertas características peculiares:
ecolalia, perseveración, inversión pronominal, entonación anormal, etc. Lo más característico es el
que el lenguaje no es utilizado de manera social para compartir experiencias y vivencias;
presentando dificultad para iniciar o mantener una conversación recíproca; comprender sutilezas,
bromas, ironía o dobles intenciones. Este fallo de la comunicación verbal se acompaña además de
pobreza o ausencia de la comunicación no verbal: gestos, posturas o expresiones faciales que
acompañan normalmente al habla o la sustituyen. 
c) Patrones restringidos de comportamiento, intereses y actividades
Las personas con autismo presentan intereses especiales, que no son frecuentes en otras personas
de su edad (fascinación por partes de objetos, piezas giratorias, letras o logotipos, etc.), aunque lo
más característico es que no comparten sus intereses con los demás. Pueden aparecer
movimientos corporales estereotipados (aleteos, giros sobre uno mismo, balanceo, deambulación
sin funcionalidad, etc.). El juego tiende a ser  repetitivo y poco imaginativo (hacer hileras,
agrupamientos, fascinación por contar y repetir, etc.). Muchas personas presentan ansiedad  ante
los cambios de sus rutinas y/o del entorno (horarios, recorridos, objetos o personas que cambian su
ubicación o postura, etc.). En las personas con mayor capacidad intelectual sus intereses
restringidos son más sofisticados y pueden incluir  el hacer colecciones, listados, recopilar datos
sobre temas específicos: astronomía, monedas, mapas, trenes, programas informáticos, etc. En
todo caso, normalmente no están interesados necesariamente en compartir su conocimiento de
manera recíproca.


Aunque no están recogidos en los actuales criterios diagnósticos, muchas de estas personas,
especialmente durante su infancia, padecen fenómenos de hipo e hipersensibilidad a los estímulos
sensoriales. Esta alteración sensorial puede explicar fenómenos frecuentemente observados como
por ejemplo, taparse los oídos, no tolerar determinados alimentos o tejidos, rechazar el contacto
físico, autoestimularse con la saliva o mirando reflejos ópticos, o responder inusualmente al dolor. 

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