domingo, 6 de marzo de 2011

Médicos españoles bajo la Inquisición









Médicos españoles bajo la Inquisición.

Ángel Rodríguez Cabezas

La Inquisición en España empieza con los Reyes Católicos aunque otros movimientos inquisitoriales aparecieron antes en Europa. El papel de la Medicina en la Inquisición española fue doble, mientras unos médicos no dudaron desde el principio en declararse colaboracionistas con el sistema, en su propio beneficio, otros fueron víctimas del proceso investigador y represor del Santo Oficio. No se comprende bien por qué no fueron más los médicos perseguidos por la Inquisición española, toda vez que la mayor parte de ellos eran de origen semítico


Madrid (4-3-11).- Aunque la Inquisición en España empieza con los Reyes Católicos, otros movimientos inquisitoriales, poco coligados entre sí, aparecieron antes en Europa. Estos últimos se inician como el enunciado de una clara intolerancia religiosa a la herejía, aunque pronto engloban también a los discrepantes que se desvían de los patrones de la conducta social previamente establecida. De esta forma, como luego ocurrió también en España, la Inquisición religiosa europea colabora con el poder civil en perfecta simbiosis.

En Europa, Lucio III, en 1184, promueve en Verona un concilio para luchar contra los herejes cátaros y sus ideas maniqueístas, surgiendo ya un germen de Inquisición episcopal. Como la herejía avanza alarmantemente, en 1197, el Papa Alejandro III convoca el Concilio de Letrán, donde se recomienda oponerse a los herejes, confiscar sus bienes y reducirlos a servidumbre.

No obstante, el carácter de Inquisición romana sólo se logra cuando Honorio III encomienda a los dominicos la organización de todo un sistema para combatir la herejía. Más tarde, Gregorio IX implica también a los franciscanos, con lo que ambas órdenes adquieren naturaleza autónoma en el ejercicio contra las creencias heterodoxas.

Pronto la Inquisición se extiende por Europa, excepto Inglaterra, actuando desde el principio con dureza, de forma cruelmente ejemplarizante, quemando a los herejes en la hoguera.

En España fueron decisivos los siglos XIV y XV, cuando se fragmenta la convivencia entre judíos, moros y cristianos –cuyas causas no es momento de analizar ahora–. En el siglo XIV se suceden persecuciones contra los judíos bajo cualquier pretexto. Cunde el miedo entre judíos y moros, que para evitar animosidades se convertían al cristianismo: los conversos. A pesar de ello, en 1492 se decreta la expulsión de unos cien mil judíos del territorio de Castilla y Aragón. Los que quedaron no tuvieron otra opción que adquirir la condición de judíos conversos (marranos), falsos conversos la mayoría. Tal comportamiento, junto con las denuncias que atribuían a los judíos la ocupación de puestos importantes en la jerarquía eclesiástica, motivó que Fray Tomás de Torquemada comprometiese a los Reyes Católicos a solicitar al Papa Sixto IV la introducción de la Inquisición en Castilla, lo que hizo promulgando la bula Exigit sincerae devotionis. Así fue como se instauró el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Castilla que, aun-que reconociendo la jurisdicción vaticana, dependía a todos los efectos de los reyes de Castilla. Tal arraigo adquirió esta institución en España, que tuvieron que pasar tres siglos hasta su abolición definitiva (1478-1834).

El papel de la Medicina en la Inquisición española
Fue doble. Mientras unos médicos no dudaron desde el principio en declararse colabo-racionistas con el sistema, en su propio beneficio, otros fueron víctimas del proceso investigador y represor del Santo Oficio. No se comprende bien por qué no fueron más los médicos perseguidos por la Inquisición española, toda vez que la mayor parte de ellos eran de origen semítico.

La Medicina de la época fue, pues, a la vez víctima y aliada de la Inquisición. Cuando es aliada deja de funcionar como ciencia libre e independiente, se subordina al poder inquisitorial, al eclesiástico y al civil. La Medicina se judicializa y la Inquisición se “medicaliza” cuando razona sus prácticas a través de supuestas evidencias médicas.

De forma cuantitativa la Inquisición no afectó demasiado a los médicos españoles o que ejercían en las diferentes tierras de Castilla. Fueron pocos los que sufrieron, previa la cárcel secreta, los métodos clásicos de tortura: garrucha, toca o tortura de agua y potro. Generalmente bastaba, sobre todo en los ancianos, aplicarles in conspectu tormentorum, (presenciar algunos de los habituales tormentos) para lograr la confesión y el arrepentimiento.
Algunos médicos fueron perseguidos, o al menos investigados por el Santo Oficio, por el contenido de lo publicado en sus libros, aún de forma fragmentaria. En el mejor de los casos, el libro era incluido en algunos de los Índices de libros prohibidos (el “Gran Índice” de 1559, el “Índice de Quiroga” de 1583 y el “Índice Tridentino” de 1564), donde se prohibían algunas obras in totum, o sólo donec corrigatur. “El Examen de los ingenios para las ciencias” (1575) de Juan Huarte de San Juan se incluyó en el Índice de 1583 por la relación que el autor establecía entre vida anímica y temperamento corporal. También se vio incluida en el Índice “La Celestina” (1632) e incluso el propio “Quijote” por un pasaje en el que D. Quijote recomienda a Sancho: “…las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada…”.


Médicos perseguidos por la Inquisición

Francisco López de Villalobos

Nació probablemente en un pueblo de la provincia de Zamora, en 1474, hijo de médico. Fue judío converso, condición que nunca ocultó. A los diecinueve años compuso su “Sumario de la Medicina” o “Tratado de la Bubas” (Salamanca, 1498). Ejerció en la corte con gran prestigio hasta los setenta años de edad –en la corte de Fernando II de Aragón y luego en la del emperador Carlos I–, es decir, hasta 1544 en que publicó su despedida del mundo, que lo hace con grandes dosis de amargura y melancolía. La causa de ello la explica en la “Carta Décima”, de las famosas “Epístolas” (1514) y que no es otra que el haber sido perseguido por la Inquisición.


Fernando de Aragón

Poco se sabe de este médico, aunque sí lo suficiente para el asunto que nos ocupa. Fue médico del Papa León X que fue precisamente el que expidió unos “breves” fechados en julio de 1519 manifestando que el tribunal del Santo Oficio se ciñese a los cánones y sentenciase con arreglo a derecho civil y eclesiástico reconocido en el orbe cristiano.

Uno de estos breves está expedido al Rey D. Carlos, otro al Cardenal Adriano de Tortosa y el otro a los inquisidores de Zaragoza, inhibiéndolos del conocimiento de varias causas que el Papa se reserva a sí mismo para juzgarlas, despojando de su conocimiento a los inquisidores. El buen Pontífice León X murió dos años después (1521) sin haber podido conseguir la reforma de la Inquisición.


Cristóbal Losada

Fue médico de gran crédito en Sevilla, sin que se sepa dónde nació. En 1557 se descubrió en Sevilla una secta o iglesia protestante, y en consecuencia fueron penitenciados muchos individuos, entre ellos Cristóbal de Losada, discípulo del doctor Ejidio Gil, canónigo magistral, hombre de rara virtud, compañero del doctor Constantino de la Fuente, confesor que había sido del emperador Carlos V y del que el mismo emperador dijo: “Si Constantino es hereje, es grande hereje”.


Juan de Nichólas y Sacharles

Nació en la segunda mitad del siglo XVI. Publicó primero en latín y luego en inglés en 1621 “El español reformado”. De ahí tomamos todo lo que de él sabemos referente al propósito que nos ocupa. Profesó de fraile jerónimo y ejerció su ministerio sacerdotal en El Escorial, aunque nada consta de él en los libros de actas, lo que no es de extrañar, pues los superiores debieron saber lo que fuera de España hizo este fraile.

A los veintiséis años conocía latín, griego, retórica, poética, lógica, la filosofía de Aris-tóteles y comenzó a estudiar Medicina y Teología. Por la lectura de “Dos Tratados” de Cipriano de Vera empezó a dudar de los principios cristianos, cayendo enfermo, por lo que pidió licencia de dos meses para irse al lugar de su nacimiento. Concluida la licencia, en lugar de regresar al monasterio, viajó por Francia e Italia en pos de encontrar la verdad, abrazando públicamente en Mompeller la Iglesia Reformada, a la par que retomaba sus estudios de medicina, graduándose de bachiller en Medicina en Mompeller y doctorándose en la Universidad de Valencia del Delfinado, o Viena del Delfinado.


Miguel Serveto y Reves

Aún hoy piensan algunos que a Miguel Serveto le ejecutó la Inquisición española por sus teorías científicas. No fue así, ni fue la Inquisición española sino la europea la que le lleva a la hoguera. El delito no fue de carácter científico sino contenido en sus pensamientos teológicos. Nació en Villanueva de Sigena o de Aragón en 1511. Por línea materna descendía de la familia judeoconversa de los Zaporta, lo que no sirvió para modificar su final inquisitorial.


Diego Mateo López Zapata

Nació en Murcia en 1666. Estudió filosofía en Valencia y Medicina en la Universidad de Alcalá. Pronto adquirió gran renombre en las artes de curar, tanto que a los dos años de haber terminado sus estudios académicos le encargaron sus maestros, los médicos de cámara de Carlos II, la defensa de la Medicina española contemporánea, lo que hizo entre otras acciones publicando una obra, “Verdadera apología en defensa de la Medicina racional filosófica”.

De esta forma, su fama corrió de boca en boca y sus servicios se los rifaban los grandes de la corte. El duque de Medinaceli le tomó como médico de cámara, el conde Lemus le llamaba públicamente el príncipe Eugenio de la Medicina, los doctores le apellidaban el Avicena del siglo. Fue en resumen el médico de moda, siguiendo a D. Felipe V a Valladolid, como integrante de su corte.

Estos son los médicos más famosos de entre los que fueron perseguidos por la Inquisición Española. Como ya se ha dicho, otros, durante tres siglos, colaboraron de forma activa o pasiva, por acción o por omisión con los tribunales del Santo Oficio, pero de éstos ni tenemos constancia ni su papel es digno de ser señalado. Sí lo son y la historia no les ha hecho justicia, en este sentido, los que aquí, de forma concisa quedan reflejados. De cualquier forma sufrieron sentencias injustas y tormentos crueles, en algunos casos por defender lo entonces indefendible: su libertad, su pensamiento.

El 5 de octubre de 1829 un Breve de Pío VIII liquidaba oficialmente desde Roma el Tribunal. Atrás quedaban para las crónicas, 356 años de horror, de sentencias de tribu-nales, de verdades y mentiras y de juicios para la historia.

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